Las tarifas se asoman a la puerta

FacturaCon el final del verano, asoma a la puerta la siguiente revisión tarifaria eléctrica y, probablemente sea necesario contextualizar nuevamente el escenario en el que se produce, tras el reembolso ocasionado por las previsiones de precios fallidas en el mercado mayorista efectuadas por el Gobierno.
ENERGÍA DIARIO    MADRID  29 · 08 · 2014

 

Una de las cuestiones más complejas de abordar en la política energética es la política de precios. De hecho, en todo el complejo proceso que ha derivado en las medidas legislativas que ha puesto el Gobierno en circulación para atajar el déficit tarifario y, en las polémicas asociadas, en muy contadas ocasiones se atiende a la debida simetría de la traslación a los precios de la electricidad de todas las medidas asociadas. Por eso, quizá no se aborda un proceso de limpieza de las tarifas eléctricas de todos los componentes que soportan los consumidores y que no son estrictamente parte del suministro.

 

De hecho, aun existiendo un creciente debate sobre el sector energético, y más concretamente sobre el sector eléctrico, siendo la cuestión tarifaria una cuestión muy relevante, se echan de menos posiciones realistas que hagan la pregunta: ¿quién paga y cómo se paga?. Es una cuestión muy espinosa que se trata poco y, cuando se trata, sólo se aborda desde la demagogia pero no desde la economía y los mercados.

Básicamente, porque es una dinámica que, estando fuertemente politizada, se dirime en un marco muy elemental y casi binario. Si los precios suben, es malo. Si los precios bajan, es bueno. Si los precios son altos, es malo. Si los precios son bajos, es bueno. De nada sirve recordar o reconocer las decisiones pasadas que inciden en los precios o en la generación y acumulación de déficit tarifario, que es la forma sofisticada en la que el Estado y su sucesivos Gobiernos han ido engañando a los consumidores respecto de los precios que se determinaban del conjunto de decisiones regulatorias previas, sin una política energética definida. Hasta que se hizo insostenible.

Es más, si nos remontamos años atrás, en la crisis del petróleo de 1973, en España ya caímos en la misma piedra respecto a los precios de la energía, de forma que la necesidad política de proteger al consumidor «protegido» se cebó posteriormente con toda la economía, con incalculables consecuencias. Parece que la historia se repite por la impericia con la que se aborda la política energética.

En todo caso, partimos de un problema básico que es la conformación del precio de la electricidad en nuestro país como un precio «político», todavía en 2014, es decir como un precio «administrado» y, con todo el nuevo sistema ideado por el Ministerio de Industria, todavía mantiene esos resabios. Un sistema complejo y alambicado que, por otra parte, ha conseguido la pirueta de evitar efectuar la liberalización plena que sería lo lógico, en lugar de todo ese mecanismo arbitrista de saldos compensables por período, con la complejidad añadida de los precios horarios. Limpieza de los componentes no ligados al suministro, solución al déficit y liberalización de precios eléctricos con ofertas competitivas.

Así, en estos momentos, con el fin del verano a la vuelta de la esquina, nos encontramos ahora con la revisión de los precios de la electricidad con el nuevo sistema ideado (un mecanismo sin sistemas de estabilización o cobertura de riesgos), con una triple pinza. La primera, que se anticipa una subida del 8-9% en los precios del mercado mayorista para esta revisión cotizando a 50 euros/MWh (por encima de los 48 euros famosos, «previstos por el Gobierno» y de los 40 euros liquidados del segundo trimestre). La segunda, la devolución efectuada por las empresas eléctricas a los consumidores eléctricos en sus recibos de estos meses. Proceso que finalizó de forma diligente el 31 de julio y que ha producido un tipo de ilusión monetaria transitoria sin que nadie explique el mecanismo de causa y efecto. La tercera, el ejercicio de trilerismo que se mantiene desde la Administración con la liquidaciones de los impuestos a la generación para la compensación del déficit y el déficit acumulado.

Todo esto encaja mal con el simplismo maniqueo de subir-malo y bajar-bueno, pone presión sobre el sistema y se une a la memoria de pez de la sociedad, lo que además concita una expectación singular en los momentos en que se anticipan las subidas y de la ejecutoria del propio Ministerio. Tendremos que permanecer atentos… una vez más.

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